eTestimonios

Gente de la calle que cree en Dios

30 abril 2006

Me pregunto cómo han sido capaces mis padres de llevar esta enfermedad, y no hay otra respuesta que el gran amor que se tienen

Me llamo Mª Victoria, tengo 33 años y soy la cuarta de diez hermanos, el mayor tiene 40 años y el pequeño presume de sus 19 años recién cumplidos. Os quiero contar la experiencia que estamos viviendo en nuestra familia desde hace 12 años.

En 1993, cuando mi padre tenía tan sólo 55 años, le diagnosticaron la enfermedad de Alzheimer. Al principio los médicos hablaban de depresión, estrés y agotamiento y la verdad es que estuvimos casi dos años con la incertidumbre de lo que padecía, aunque por los síntomas que presentaba nos temíamos lo peor, como así fue.

Los primeros años de la enfermedad fueron muy duros para todos, pero especialmente para mis padres. Mi padre tenía continuamente faltas de memoria, dificultades serias para mantener una conversación, una total falta de orientación (de manera que no podía salir sólo a la calle porque se perdía), se le olvidó escribir, leer,…. Muchas veces se le veía leer el periódico al revés, intentaba escribir palabras aunque sólo trazaba garabatos, y les pedía a mis hermanos pequeños que le enseñaran cosas básicas que él había hecho millones de veces porque no se acordaba.

Al principio fue totalmente consciente de que estaba perdiendo facultades y fue entonces cuando nos dio una lección de primera aceptando la enfermedad con valentía y confiando plenamente en Dios. Recuerdo perfectamente cómo un día mi padre, cuando todavía era consciente, le dijo a mi madre que no se preocupara por su enfermedad, que Dios les ayudaría y que ella se preocupara de nosotros.

Mientras sucedía todo esto, la verdad es que mi madre pasó un calvario. Intentaba a todas horas suplir las carencias de mi padre pero a su vez iba viendo cómo mi padre se iba deteriorando a pasos agigantados, hasta llegar incluso a no conocer a sus hijos. A la última persona a la que dejó de conocer fue sin duda mi madre. Ya muy enfermo, le llamaba “mi chica” y le pedía perdón muchísimas veces al darse cuenta que no sabía hacer algo o que lo hacía mal (aunque realmente no podía hacer las cosas mejor por su enfermedad).

Actualmente, mi padre, tras doce años de enfermedad, se encuentra las veinticuatro horas del día tumbado en su cama. Ha perdido totalmente todas las facultades básicas y tan sólo es capaz de digerir alimentos triturados. Podemos contar con la ayuda de tres personas para cuidar a mi padre noche y día, y eso nos permite seguir teniéndolo con nosotros en casa, por lo que damos muchas gracias a Dios. Muchas personas nos aconsejan que le llevemos a una residencia puesto que, dicen, ya no se entera de nada, pero nosotros pensamos que es un privilegio tenerle con nosotros y poder darle un beso cada vez que vamos a casa.

Otra cosa que parece que nos toca defender es que las personas, como mi padre, que se encuentran en esta situación siguen siendo tan personas como cualquiera, con la misma dignidad y con el mismo derecho a vivir y a ser cuidados y queridos. Además, pienso que Dios no se lo ha llevado todavía porque con esta enfermedad, mi padre, y sin duda mi madre, están dando un gran ejemplo de vida y consiguiendo que mucha gente de alrededor nos cuestionemos las cosas importantes de la vida. Lo que si os puedo adelantar es que han conseguido que toda la familia nos mantengamos muy unida, alrededor de nuestros padres.

Muchas veces, mirando hacia atrás, me pregunto cómo hemos sido capaces de llevar esta enfermedad y sobre todo cómo han sido capaces mis padres, los protagonistas de esta película, y creo que no hay otra respuesta que el gran amor que se tienen y la confianza y la fe que tienen en Dios.

Para nosotros, los hijos, mis padres han sido el mayor ejemplo de un matrimonio enamorado, y enamorado de sus hijos.

Sección Familia/Family

Un feto de 21 semanas sacó su mano a través de la incisión y cogió la mano del atónito médico

En noviembre del 2002 en la portada del New York Times se publicó esta fotografía de un bebé de 21 semanas de gestación, aún sin nacer, llamado Samuel Alexander Armas al que se le había diagnosticado una espina bífida y nunca sobreviviría si se le extraía del útero materno.

El Dr. Joseph Bruner, del Centro Médico Universitario de Vanderbilt, en Nashville, anunció que él podría llevar a cabo una operación in útero para corregir este defecto congénito, previo consentimiento informado de los padres Julie y Alex.

Durante el procedimiento, los cirujanos practicaron una operación cesárea y posteriormente realizaron una pequeña incisión en el útero materno, drenaron el líquido amniótico y realizaron la cirugía del pequeño feto.

En el momento en que el Dr. Bruner acababa de terminar la operación con éxito, Samuel sacó su pequeñísima pero bien desarrollada mano a través de la incisión practicada y cogió la mano del atónito médico.


El cirujano declaró haber vivido el momento más emotivo de su vida, al tiempo que sentía la mano de Samuel asiéndole uno de sus dedos, a modo de agradecimiento por obsequiarle con el regalo de la vida.


Los editores del NY Times titularon la foto "Hand of Hope" (mano de la esperanza). Su madre declaró no haber dejado de llorar, emocionada, durante varios días, viendo la increíble fotografía.


Samuel salió de la operación y lleva una vida totalmente normal hasta la fecha.

Sección Vida/Prolife

23 abril 2006

Una cosa estuvo siempre clara: no íbamos a abandonar a nuestra hija

En este relato, cuyos párrafos iniciales resumimos, la Dra. Karen Palmer, médica psiquiatra, narra su vivencia traumática del diagnóstico prenatal de graves malformaciones fetales de la criatura que llevaba en su seno, y de cómo lo asumió.

Cuenta su alegría cuando supo que iba a ser madre, y cómo la noticia de su embarazo alegró a su marido, médico también, y a los futuros y orgullosos abuelos; y de cómo las semanas siguientes estuvieron llenas de expectativas y esperanzas, de su sorpresa al notar, a las 18 semanas, los primeros movimientos fetales. Pero, de pronto, surge una preocupación: su vientre no se abulta en la medida de lo esperado. Acude a un obstetra que practica una ecografía y le da la terrible noticia de que hay un oligohidramnios y que el feto presenta malformaciones múltiples y tan graves que es muy probable que la gestación no pueda llegar a término.

Lógicamente, la noticia fue devastadora: Karen sintió por unos días la sensación de haber perdido a su hijo. Lloró mucho por él, como si ya hubiera muerto. Nos dice:

"La tabla de salvación a la que nos agarramos mi marido y yo era ésta: que aquella vida, minúscula y dañada, que se nos había dado, era preciosa y no la podíamos abandonar. En aquellos primeros días de zozobra, como si fuera consciente de la necesidad de recordarnos su importancia, el niño se movía dentro de mí mucho más de lo que lo había hecho antes. Llegamos a la conclusión, como padres y como médicos, de que no íbamos a hacer nada que no fuese para beneficio del niño. Así se lo dijimos al ginecólogo y él lo comprendió.

Los meses que siguieron fueron muy duros. Fuimos aprendiendo a querer a ese hijo tan especial e inesperado, y a temer el momento en que se nos pudiera morir. Nos ayudaron mucho los de nuestra familia, el sacerdote, y los amigos y colegas. Nos dieron muchos ánimos, y la verdad es que los necesitábamos. Una ecografía en la semana 25 mostró que apenas había tejido pulmonar, por lo que el pronóstico se ensombreció todavía más. Era tremendo sentirle lleno de vida y saber que nunca podría vivir fuera de mí. La gente me felicitaba cuando me veía por la calle o en el hospital, y me preguntaba cómo iban las cosas. Menos mal que, poco a poco, todos fueron sabiendo lo que estaba pasando.

Hubo dudas de cómo preparar el parto: si podría ser necesaria una cesárea, pues la presentación era de nalgas; si sería bueno monitorizar el parto o intervenir de urgencia en caso de que el cordón umbilical quedara comprimido. Mi cabeza daba vueltas. Unos momentos quería que todo terminara pronto, y otros deseaba que fuera posible llevarlo dentro de mí siempre, vivo y moviéndose. Pero una cosa estuvo siempre clara: no le íbamos a abandonar. Además, si tenían que hacerme la cesárea, yo quería estar despierta.

El 3 de agosto de 1993, por la mañana, el ginecólogo me hizo la cesárea. Sacó de mi vientre a Jennifer Grace -así la bautizamos- una niña sonrosada, preciosa, un poco pequeña, la verdad. La tuve en mis manos un momento, pero inmediatamente se la llevaron los pediatras. Mi marido y yo experimentamos una alegría real. Él se fue con ella a Pediatría y allí presentó la niña a los abuelos como una "luchadora muy valiente".

La volví a ver cuando tenía tres horas y media de edad. Una ecografía había confirmado que carecía de riñones y que no era posible que sobreviviera. Tenía también hipoplasia pulmonar, pero no quisimos que se hiciera nada, pues la ventilación asistida no le hubiera ayudado y si se prolongara podía provocarle un neumotórax. Durante los últimos cinco minutos de su vida la tuvimos en nuestros brazos y le dijimos adiós. Mi madre me ayudó a vestirla y le hizo unas fotografías.

¿Por qué cuento esta historia? Simplemente para que se sepa lo que sucedió. Quizá esto sirva para que algunos se planteen seriamente si el aborto es lo mejor que se puede hacer, tanto por los padres de un feto gravemente malformado, como por la criatura misma. Después de la muerte de Jennifer hemos pensado mucho sobre aquellos meses de mi embarazo. Fue un tiempo muy especial, precisamente porque ella estaba con nosotros. Ahora, podemos dar gracias por ella y echarla de menos como un miembro de nuestra familia al que quisimos mucho y al que hemos perdido.

Tuvimos un funeral para celebrar su corta vida y rendirle tributo por el bien que nos hizo. Podemos visitar su tumba y llevarle flores. Podemos hablar de ella. Y si tenemos otros hijos, podremos contarles cosas de su hermana mayor. Podemos hacer todo eso. Y eso nos ayuda a mitigar el dolor de haberla perdido. Si la hubiéramos abortado, todo eso nos estaría prohibido."

Texto completo en British Medical Journal, 1994

Sección vida/Prolife

Estoy seguro de que, en algunas casas, un hijo único da más guerra que mis cinco niños

Corría la década de los sesenta cuando se concedía premios a los padres que habían dado al mundo una abundante prole. En la pantalla grande, el entrañable Pepe Isbert intercambiaba en el salón de casa disparos y flechas en “La gran familia”.

También hoy, en una sociedad envejecida en la que la media de hijos se acerca a la unidad, hay padres que valoran los beneficios emotivos de un domicilio poblado por más de tres criaturas, el canon al que ha quedado reducida la categoría de familia numerosa.

Jaime ha saboreado los nervios en la sala de espera de maternidad en cinco ocasiones. Tanto él como Belén han compartido en la infancia los juguetes con una cuantiosa recua de hermanos

“¿Qué pasa que no tenéis televisión?" es uno de los comentarios con el que le han regalado los oídos al guipuzcoano Jaime García de Cárdenas (45 años, empresario, radicado en San Esteban de Gormaz). Esta clase de tonterías no coartan el carácter animoso de este titulado en Económicas; al contrario, si pudiera repetir su experiencia como padre lo haría porque con cinco vástagos la vida de padre es “una gozada”. Santiago, de 12 anos, Leticia, de 10, Pilar, de 8, Blanca, de 5 y Belén de 2, ayudan -cada uno en diferente grado- en las tareas del hogar a Belén (32 años).

Jaime y Belén consideran que cada edad tiene una partitura de acciones. "Hoy la gente quiere vivir una permanente adolescencia", afirma el primero. Un cierto egoísmo retrae a los jóvenes matrimonios a alumbrar un nuevo ser humano, pero esta concepción no se corresponde con la realidad.

Ambos destacan que sus padres contaron con menos medios económicos para sacar adelante a sus hijos hace casi 40 años. En contraposición, hoy se equipara a los niños con un bien material. "Ahora dicen 'me compro un coche, una casa y tengo dos hijos", y se sorprende cuando le lanzan halagos del estilo de "qué valiente".

Como antaño, los hermanos García heredan la ropa según van creciendo. La educación que reciben es clara: no hay "marcas" (sin ropa de moda salvo las zapatillas), no hay ''play station” y apenas se ve televisión, especialmente del tipo de 'Los Serrano' o “Ana y los siete'). Cada cuál se hace su cama y ayuda a poner y quitar la mesa. “Estoy seguro de que, en algunas casas, un hijo único da más guerra que mis cinco niños”.

Sección Familia/Family

09 abril 2006

Si en alguna familia tenían que nacer estas niñas para ser acogidas y queridas incondicionalmente, era en la nuestra

Somos Leire Zalba y Rober Gallastegui. Tenemos cuatro hijos que son una joya. Los dos primeros son Ander y Asier, de cuatro y dos años y las otras dos pequeñas son Nerea y Uribarri, son mellizas y ambas tienen síndrome de Down.

Queremos deciros que nos sentimos una pareja privilegiada en esta vida por tener los cuatro hijos que tenemos. En Durango, mucha gente nos admira, otros muchos piensan que estamos locos y les damos lástima por tener tantos niños y, encima, con síndrome de Down. Pero a nosotros nos importa muy poco todo eso, porque sabemos que el fundamento de nuestro matrimonio es agradar a Dios y por ello luchamos todos los días. Presentimos que estas dos niñas van a ser algo grande en esta vida. Son muchos los corazones que están transformando, en nuestra familia y en la gente de Durango, ya que Dios actúa claramente por medio de ellas.

Lo que al principio nos pareció un disgusto ahora es todo un regalazo de Dios. Sí, sí -como lo habéis oído- un regalazo. La fe nos ayudó a aceptarlo con gran ilusión, porque nos han enseñado que uno, cuando acepta la voluntad de Dios, es feliz. De lo contrario uno vive amargado y triste.

La verdad es que cuanto más planificas tu vida, el Señor te da sorpresas como ésta y te cambia todo de un plumazo, sin avisar. También pensamos, desde lo más profundo del corazón que, si en alguna familia tenían que nacer estas niñas para ser acogidas y queridas incondicionalmente, era en la nuestra.¡Esto es lo primero que nos dijimos cuando nos dieron la noticias y nos abrazamos inmediatamente después del parto! Sabemos que detrás de todo esto está la mano de Dios y que, iluminados con su gracia, sabremos afrontar todos los retos futuros.

Cuando todo parecía que se iba normalizando nos llegó el mazazo de la operación de Nerea. Si no procedíamos con rapidez a una delicadísima operación de corazón, la niña no llegaría a los tres años de vida. La operación no tendría tanto riesgo si se hubiera tratado de un paciente más adulto, pero es que Nerea sólo tenía cuatro meses y pesaba cuatro kilos. Nunca nos olvidaremos de la víspera de la operación, cuando ingresamos en Cruces: tuvimos una conversación con la niña a modo de despedida ya que el futuro era incierto.

Fue un momento muy intenso en el que sentimos una tristeza muy profunda que nunca habíamos experimentado antes, aunque esa pena estaba compensada con la calma y esperanza que nos daba la Virgen María, a quien habíamos confiado la vida de nuestra hija.

Por otra parte, estábamos seguros de que la niña iba a salir adelante por todas las oraciones y sacrificios que han hecho muchas personas que incluso no conocemos. Pero la angustia profunda que tienes en el cuerpo durante la operación y las 48 horas primeras en la UCI te carcomen el corazón y no sabemos qué hubiera sido de nosotros si el Señor se nos lleva a Nerea al Cielo. El golpe habría sido demoledor; aunque después de esta increíble experiencia, vamos aprendiendo que Dios siempre está ahí, que no pide ningún sacrificio sin darnos previamente su gracia y su ayuda.

Y como si de un milagro se tratara, la niña se recuperó antes de lo previsto de una operación a corazón abierto. El mismo cirujano nos comentó su asombro por lo fácil que le había resultado la operación y lo bien que había estado la niña en su transcurso, ya que no surgió ninguna complicación.

Os enviamos un saludo muy afectuoso.

Sección Vida/Prolife

Yo uso mi nombre, mi talento para escribir y mi personalidad, para hablar de alguien más importante que yo, Jesucristo

Alessandra Borghese (Roma, 1963) es hoy la princesa conversa. Su apellido campea con letras enormes en la fachada de la basílica de San Pedro. Villa Borghese fue cedida por su familia a Roma. Lleva pantalones de pana naranja y habla de su conversión, como en su obra «Con ojos nuevos», que dentro de unos días la pondrá a la venta en español Ediciones Rialp. En Italia acaba de publicar «Sete di Dio» (Sed de Dios).

—Usted pertenece a uno de los linajes italianos más ilustres. «Con ojos nuevos» narra su conversión. ¿Le ha dado ahora a una representante de la «jet set» por el esnobismo de la religión, como ha ocurrido con otras figuras? Por ejemplo, a la princesa de Éboli, que tuvo relación con Santa Teresa de Jesús.
—Sé muy bien que quien decide exponer sus sentimientos está siempre en el punto de mira de todos para ser criticado. La gente puede hablar de ese personaje porque ha llegado a ser un factor público. Yo quiero mostrar a los lectores el bien que hay en mí. La razón por la que escribo no es una razón de exhibicionismo, como diciendo: «Ahora que lo tengo todo, voy también a por la religión». Es algo más importante. Es verdad que hay una intimidad especial en nuestro corazón, entre nosotros y nuestro Señor. Pero hoy más que nunca, hablar de nuestra fe es importante. La religión es un hecho público. Por eso yo quiero hablar, con orgullo, con confianza, con mucho respeto, pero también con mucha alegría, del gran tesoro que es encontrar la fe.

—De su libro, especialmente en Italia, bastantes han comentado que les ha cambiado la vida. ¿Qué escritos la han transformado a usted?
—Hay un libro de mi amigo Leonardo Mondadori, «Conversión», que, cuando lo leí, me dio la fuerza para redactar «Con ojos nuevos». Hay otro libro que en estos años me ha ayudado muchísimo a profundizar en mi fe: «La sal de la tierra», del cardenal Ratzinger. Pero están también los Evangelios. Para mí, los Evangelios son una lectura muy importante, en la que hay que penetrar, que ayuda decisivamente a la reflexión.

—¿Tiene usted ambición ahora de triunfar con sus libros? ¿Su campo profesional está orientado en este momento a la publicación?
—Yo soy muy seria, pero no me tomo en serio. Con mis libros quiero hablar del misterio de la vida, quiero hablar de Jesucristo Nuestro Señor más que de mí. Yo uso mi persona, mi nombre, mi educación, mi talento para escribir y mi personalidad, para hablar de alguien más importante que yo, que puede cambiar la vida de cada persona, que se llama Jesucristo.

—Se ha llegado a comentar que usted podría suceder a Navarro-Valls al frente de la Oficina de Prensa del Vaticano. ¿Le han hecho alguna oferta?
—Conozco a Joaquín Navarro-Valls muy bien. Le tengo un enorme respeto. Pienso que es la persona justa, todavía ahora, con el Papa Joseph Ratzinger, en el lugar justo. Nunca he pensado en sustituirlo. No estoy lo suficientemente preparada para un trabajo tan importante como el suyo.

—De alguna manera se la está poniendo a usted como un ejemplo a seguir. ¿Teme no estar a la altura de las circunstancias, que algo la llevara a no tener la intensidad religiosa que ahora parece tener?
—No, no. Yo no me pongo como ejemplo a seguir, sino que soy un instrumento. A través de mis libros, doy un testimonio, en un mundo tan complicado. Yo sólo digo: en mi vida ha acontecido de este modo.

—La fe, la religión, la vida de fe, ¿es ajustarse a unas reglas?, ¿es cumplir los diez mandamientos?, ¿qué es para usted?
—Diría, antes que nada, que es abrir el corazón a un misterio más grande. Pero sobre todo a una persona que todavía vive hoy, que se llama Jesucristo. Jesucristo no es sólo el personaje palestino de hace dos mil años que nos dijeron que resucitó. Jesucristo está vivo aún en la Eucaristía. Allí se le puede encontrar, y ese encuentro puede cambiar la vida. Nuestra religión no es filosofía, no es ideología. Es un encuentro, un encuentro de amor, porque Él, Jesucristo, nos ha amado primero.

—¿Por qué, al parecer, su vida ha cambiado tan radicalmente, y la vida de tantos cristianos, por el contrario, es tan tibia?
—Yo entiendo muy bien a los cristianos que no cambian porque he sido uno de ellos durante muchos años. Tenemos miedo. Miedo de que al cambiar, al abrir el corazón al misterio más grande, al amor de Jesucristo, eso pueda implicar perder nuestra libertad. Yo probé y por eso escribí «Con ojos nuevos». Siguiendo a Jesucristo, a su enseñanza, nos convertimos en seres más libres. La vida se transforma en otra más bonita y más completa. Tenemos que hacer un pequeño acto de coraje, lo que dijo Juan Pablo II en 1978, cuando lo eligieron Papa: «No tengáis miedo, abrid vuestros corazones a Jesucristo».

—¿Pertenece usted al Opus Dei?
—No. No pertenezco a ningún grupo eclesial.

—¿Qué le llama la atención de la espiritualidad del Opus Dei, si es que algo le llama la atención?
—Me gusta mucho y respeto mucho al Opus Dei. Me gusta mucho San Josemaría Escrivá de Balaguer. Me gusta mucho don Luigi Giussani, de Comunión y Liberación. Respeto muchísmo a los Legionarios de Cristo. Estoy muy abierta a todos los movimientos eclesiales que nacieron después del Concilio Vaticano II, en donde los laicos están implicados en la vida de la Iglesia. Pero no pertenezco a ningún grupo en particular.

—Usted dice que tener sentimientos religiosos, pensando en el budismo, el hinduismo, etc., quizá esté de moda, pero no lo está el ser católico consecuente, siguiendo las enseñanzas de la Iglesia y del Papa. ¿A qué se debe, en su opinión?
—Pienso que hay un poco de superficialidad, como si todo lo que viniera de lejos, todo lo que es exótico, fuera siempre más valioso. Muchas veces encontramos más interesantes las filosofías orientales, pero no sabemos quién es Jesucristo, no conocemos nuestra historia, nuestra cultura, nuestra tradición. Yo he tratado de descubrir nuevamente de dónde vengo, quién soy, a dónde voy y por qué camino marcho. Profundizando en mi religión he hallado un horizonte de belleza.

—¿Tendría que enseñarse la religión en la escuela?
—Yo pienso que es fundamental que haya clase de religión, porque nosotros somos cristianos, de raíz cristiana. Nuestra cultura viene de ahí. Es muy importante enseñar la religión a los niños. Creo que es un error que los padres digan: «Mi hijo decidirá si quiere ser católico u otra cosa». ¡También este problema! ¡Ya tienen tantos problemas, y también éste! Creo que dar los sacramentos a los niños es decisivo y facilita la vida.

—Usted se divorció del multimillonario Costantine Niarchos. ¿Se había casado por la Iglesia? ¿Piensa en un futuro matrimonio?
—No me había casado por la Iglesia. No estoy divorciada.

—¿Es el sexo una dificultad para los católicos?
—Se puede ver como una dificultad. Pero no es sólo el sexo. Y no es la primera dificultad. La primera dificultad es comprender que sin Dios no podemos hacer nada. Mucha gente habla del sexo pensando que es la gran dificultad. No es la gran dificultad. Si charla con los sacerdotes, con las monjas, verá que el sexo no es la dificultad, la gran privación, que no es una privación, es un don, un don para crecer. Le dirán que no es el sexo. Es convivir con los otros. Es ser fiel a la doctrina de la Iglesia.

Resumen de la entrevista publicada en ABC (9.IV.06).

Sección Cultura/Culture

02 abril 2006

Africa necesita colegios con padres involucrados como los que he visto aquí

Mi aventura empieza en 2001 después de observar por un tiempo el bien que hacen los colegios promovidos por los padres en España, especialmente en la formación cristiana y humana que reciben los alumnos, además del resto de formación que se da en cualquier otro colegio.

Empecé a reflexionar sobre cómo montar un colegio parecido en mi país, Congo, hasta que un amigo mío de la carrera universitaria en la Universidad de Kinshasa, me comentó la historia de su hijo de 3 años con su profesora. Nos vimos en Roma durante la canonización de San Josemaría Escrivá. La profesora, de una secta protestante, prohibía a los niños hacer el signo de la cruz antes de comer. Así que a la hora de la comida en casa el pobre niño le dice a su padre que no se hace el signo de la cruz, según su profesora. No me acuerdo cómo acabó aquella discusión entre el padre y su hijo sobre el tema...

Enseguida comenté a mi amigo la urgencia de montar un colegio en el que nosotros, los padres, estuviéramos involucrados en la formación que reciben nuestros hijos. Cada uno regresó a su lugar de residencia Luis a Congo y yo a Pamplona.

En Congo hay un hospital, el Centro Médico Monkole, obra corporativa del Opus Dei, como la Clínica Universitaria en la que ahora trabajo. Allí se organiza con cierta frecuencia un curso de formación para médicos y enfermeras. Fuimos desde la Clínica Universitaria tres personas: un medico anestesista, una enfermera de cuidados intensivos y yo, para dar clases en Congo.

Al terminar ellos regresaron a Pamplona y yo me quedé para reunirme con el grupo de padres con el que había previsto hablar del proyecto mencionado anteriormente. Nos juntamos unos cuantos matrimonios, padres de familia. Decidimos, en primer lugar, montar una asociación llamada “Asociación por la familia” que promueve varias actividades, una de las cuales será los colegios para educar a niños y adolescentes. Todos estuvieron de acuerdo en empezar inmediatamente con el colegio, nos repartimos los encargos, y yo volví a Pamplona.

Diez meses más tarde empezamos el Colegio Minzoto en una parcela con casas de alquiler, con tres clases de educación infantil. Comenzamos con 30 alumnos. Hoy el colegio cuenta, además, con clases de primaria hasta tercer año. En total hay 350 niños, juntos los chicos y las chicas.

En mi país los mejores colegios son los de educación diferenciada. Los padres que no pueden llevar a sus hijos a estos colegios por diferentes motivos, los matriculan en colegios mixtos. Hemos llegados a una fase en la que nos gustaría separar a los alumnos en dos colegios de chicos y de chicas. Estamos buscando financiación para realizar este proyecto. Trabajamos conjuntamente con colegios promovidos por padres de España y de Bélgica.

Nuestra asociación por la familia, trabaja junto con otra asociación de este tipo en Kenia y Nigeria por el bien de la familia africana. Estamos organizando un viaje para asistir al Encuentro Mundial de las Familias, con el Papa, en julio en Valencia.

Sección Familia/Family

Hay muchas personas como yo que no están bautizadas, quizás por que no tienen quién les dé una pequeña ayuda espiritual

Gretty Katherine Salazar ha recibido el bautismo el día 1 de abril en San Sebastián

- Gretty, ¿llevas tiempo en San Sebastián?
Sí, nací en Perú en la provincia de Junin y llevo 2 años aquí bueno en julio se cumple los 2 años.

- ¿Cómo llegaste a trabajar en el Colegio Mayor Ayete?
Por una amiga de mi madre ella me recomendó con Mónica y fui a la entrevista y así estoy aquí.

- ¿Tienes a toda tu familia en san Sebastián?
No, somos 4 hermanos el mayor esta aquí la segunda que soy yo, y la tercera que acaba de llegar, el menor de todos aún está en Perú con mi padre. Sí, para mi fue muy duro dejar mi país sobre todo a mi padre y hermanos

- ¿Hay alguien que te haya ayudado especialmente a conocer la fe cristiana?
Si, Esther me ayudo mucho es una compañera de trabajo a ella le agradezco mucho sobre todo el tenerme paciencia y el guiarme por el camino de Dios.


- ¿Cómo conociste a d. Rafael Hernández?
A don Rafael le conocí por medio de Esther; ella me lo presentó y desde el primer instante él fue muy agradable conmigo

- ¿Cómo crees que podríamos ayudar más a quienes vienen de fuera?
Yo creo que ofreciéndoles su apoyo. Claro que no es fácil salir de un país para entrar a otro país donde todo es muy distinto al tuyo. Es difícil pero teniendo fe en Dios y en que todo va salir bien creo que no hay problemas

- ¿Crees que hay otras personas de Latinoamérica que podrían bautizarse? ¿Qué les aconsejarías?
Sí, sé que hay muchas personas como yo que no están bautizadas y quizás por que no tienen quién les dé una pequeña ayuda espiritual, quién le aconseje; pues que tenga fe y que la edad no importa si uno lo desea con el corazón pertenecer a la familia de Dios no hay nada que lo impida.

Sección Cristianismo/Christianity

Cuando terminé el Camino me di cuenta de que tenía dinero y amor y todo lo demás, pero que no tenía alegría

Hace veinte años Paulo Coelho (Brasil, 1947), autor de “El alquimista”, hizo por primera vez el Camino de Santiago. La experiencia cambió radicalmente su vida, de tal manera que, cada cierto tiempo, celebra el 'cumpleaños' de aquella experiencia. Lo hizo por primera vez en 1996 y repite viaje este año.

-De su primera peregrinación, en 1986, ¿qué recuerdos guarda?
-Partí de Sant Jean de Pied de Port y recuerdo Pamplona, Puente la Reina y Estella. Puntos muy emblemáticos, como Eunate, con su iglesia. Pero, sin duda, mi recuerdo más destacado del recorrido son las personas que encontré, gente muy abierta. Entonces, apenas había albergues y nos alojábamos -mi amigo y yo- en hoteles.

-De aquella experiencia surgió “El peregrino de Compostela”, ¿necesitaba contarla en un libro?'
-Yo quería ser escritor, pero no tenía valor. Cuando terminé el Camino me di cuenta de que tenía dinero y amor y todo lo demás, pero que no tenía alegría. Entonces, decidí hacer lo que siempre había intentado, ser escritor. Y, a partir de esa experiencia, escribí mi primer libro.

-Porque la peregrinación a Compostela cambió su vida...
-Sí, sin duda. La experiencia de caminar a Santiago dio lugar a un cambio interior y, a su vez, al libro que, al mismo tiempo, cambió del todo mi vida. Y, sin duda, a mejor.

-Su best-seller llevó a muchos brasileños a probar su experiencia...
-Considero muy positiva la influencia en los brasileños, porque les estimuló a conocer el Camino, aunque ése no fue el objetivo del libro. Mi intención era contar mi experiencia. Pero, si además sirvió para estimular el bien...

-¿Ha visitado Puente la Reina?
-Sí, el viernes a medianoche lo recorrí junto a mi esposa. Se veía algo que en otros países no se ve, había gente por la calle y por los bares. Se veía la alegría de vivir de España, que me encanta.

-Estos últimos años, los libros, con la religión, el esoterismo o la filosofía están despertando de nuevo la atención de los lectores, ¿a qué cree que se debe?
-Creo que no sólo los libros que abordan esos temas están llamando la atención, sino que la gente está volviendo a leer y, ahora, el libro se considera más importante que hace diez años. Eso me alegra, porque el libro es un modo de reflexionar sobre la vida.

-Una persona abierta a todas las religiones, como usted, ¿qué opina del integrismo?
-Es algo patético. Sea islámico, católico o budista. Creo que es no tener fe en Dios e intentar probarlo uno mismo a través de actitudes, cuando la fe y el amor es comprensión total.

-¿Cuáles son las claves del éxito de un libro?
-Ni idea. No pensar en claves, escribir con el corazón. Si uno lo hace con el corazón, está satisfecho, todo se contagia de entusiasmo.

Fuente Diario de Navarra
Sección Cultura/Culture