Te dicen que eres libre porque puedes elegir entre cien modelos; la verdadera libertad consiste en no necesitar ninguno
A los treinta años, José María Márquez abandonó su carrera en el mundo de la empresa y decidió emplear el resto de su vida en socorrer a los más pobres de las zonas más deprimidas del planeta. En su camino encontró la fe de la mano de la madre Teresa de Calcuta.
Nacido en Madrid hace cuarenta y un años, alumno de ICADE, José María Márquez trabajaba en Amsterdam como ejecutivo de una entidad bancaria. Parecía que le aguardaba un futuro brillante. Pero aquella vida no le llenaba.
Más que de una iluminación repentina, se trató de un proceso. Quería ponerse al servicio de los más desfavorecidos, allí donde este planeta es un valle de lágrimas. Así que decidió pedir un año de excedencia y emprender el camino de Calcuta.
En aquella ciudad donde la miseria se huele, se siente y se palpa, comenzó a ayudar en la Caridad que encabezaba la madre Teresa de Calcuta. Nada más llegar, quiso dar marcha atrás. Enfermos terminales, víctimas del sida, etc. Pero aguantó. Y terminó reconociendo a Jesucristo en el rostro de los que sufrían y, por supuesto, en el trabajo abnegado e impagable de aquellas religiosas.
"Al principio no entendía nada, y ni siquiera pensaba que pudiera ser útil. Estaba en un auténtico moritorio. Les preguntaba a aquellas mujeres qué hacíamos allí exactamente, en un lugar donde los enfermos terminales iban sólo a morir. Ellas contestaban que apretar la mano de un moribundo era todo menos inútil. Poco a poco lo fui comprendiendo. Me impresionaba el instante de la muerte, era un chasquido sordo, silencioso, inconfundible. Se sabe el segundo exacto en que alguien muere”.
"Recuerdo el caso de un chico, de apenas catorce años, con una disfunción en las piernas que le impedía completamente caminar. Tenía que arrastrarse, que reptar, para llegar hasta el cuarto de baño. Todos los días intentaba dar unos pasos, pero nunca lo conseguía. Descubrí que al limpiar a los enfermos, me estaba limpiando a mí mismo, que ellos nos daban mucho más de lo que les dábamos, y que lo difícil no fue ir, sino volver y dejar todo lo que tenía allí, el mundo de Teresa de Calcuta ".
Volvió, pero no por mucho tiempo. Las vivencias de Calcuta le empujaban a descubrir nuevos caminos, y la siguiente ruta fue África. En Malawi vivió nueve años. Es uno de los lugares más pobres del planeta. Hambre y sida -enfermedad padecida por un tercio de la población- son dos plagas devastadoras que colocan la esperanza de vida en 37 años.
"Sin embargo, las personas no son más felices aquí, en este mundo tan libre y avanzado ¿Sabes por qué? Resulta que en África todo lo miran con ojos de hoy: hoy he comido, hoy he dormido. No conciben necesidades más allá de las básicas. Aquí todos se agobian por lo que va a venir: tengo que pagar la hipoteca a fin de mes, el coche... No miran con ojos del presente. Al final no hay mayor felicidad y sí más angustia. Nos dicen que somos muy libres porque podemos elegir entre cien clases de azulejos. La verdadera libertad es otra cosa, consiste en no necesitar azulejos."
Actualmente, José María Márquez -que también ha viajado por Kenia y Sudán- trabaja en la oficina de Madrid de África Directo, "donde hoy por hoy puedo hacer más". Desde ahí apadrina el hospital que él mismo promovió.
Fuente Alba
Sección Cristianismo/Christianity
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