eTestimonios

Gente de la calle que cree en Dios

19 marzo 2006

Yo debo ser lo último en posmodernidad…

Hay gente que no entiende la penitencia, pero ve bien otras molestias.

Recientemente un ciudadano británico se hizo con el primer puesto del campeonato mundial de piercing, habiendo logrado insertarse más de mil piezas metálicas en todo su cuerpo, incluyendo los lugares más insospechados. Venció en buena lid con los mejores fakires del Este y no faltaron quienes hubieron de retirarse durante la prueba, desfallecidos a causa de las numerosas perforaciones. Salió en toda la prensa, luciendo sus tatuajes y piercings.

Durante los últimos meses, la publicidad de alguna corporación dermoestética prolifera en periódicos nacionales, a página impar completa, que cuesta un ojo de la cara. Si yo tuviese que abonar el importe, yo sí que sería paciente de una cirugía estética para tapar el agujero. Pues bien, la mejora de la estética personal debe ser un negocio muy lucrativo. Intervenciones quirúrgicas como liftings, liposucciones, retoques de nariz, orejas y labios, y de toda una amplia anatomía, parecen estar muy bien consideradas socialmente.

También está de moda jugarse el pellejo por diversión, eso sí, con ciertas cotas de seguridad. Prolifera la práctica del puenting y de todo tipo de deportes de riesgo, o deportes tradicionales pero llevados a límites extenuantes. Los promocionan agencias de aventura, y es un sector turístico en boga.

Y por si fuera poco, a muchos el ritmo de vida laboral a menudo no les permite comer bien, y han de contentarse con algo de fast food de dudosa calidad. O terminan durmiendo poco y mal, porque hay que quedarse hasta tarde para ver un bodrio de historias marcianas. Y el fin de semana es casi obligatorio trasnochar, y tomar bien de sustancias de probada toxicidad. No hay quien descanse, y todo para pasarlo bien.

Ahora bien, si aparece alguien diciendo que hace algo de penitencia, o mortificación, o como se le quiera llamar, por motivos religiosos, se arma la de sanquintín. La penitencia de toda la vida, la que han hecho todos los santos que en el mundo han sido, es pasar un poco de hambre o de sueño, o estar incómodo, pero sin riesgo para la salud.

No sé por qué se extrañan tanto algunos. Desde hace mucho tiempo, en Semana Santa las calles se llenan de costaleros y penitentes; algunos llevan cruces, otros arrastran cadenas. También hay picados y otras especies. Que nadie piense que les ha contratado la agencia de viajes para que los guiris vean un poco de tenebrismo del oscuro medievo.

Esos nazarenos y yo hacemos penitencia, cada uno a su modo. Yo prefiero en privado, en menor cantidad pero más a menudo. ¿Habremos cerrado el círculo de la posmodernidad?

Eusebio Eizaguirre, “Eisa”, marzo 2006

Sección Cristianismo/Christianity